La obra de Bernard Geiger es
un descenso en caída libre al reino del surrealismo más extremo, una extraña
región digital donde el arte, el intelecto de las redes neurales y la
geometría fractal confluyen hasta hacerse uno. El resultado es un cibercosmos
de objetos imposibles y entidades biológicas distorsionadas hasta lo
grotesco, todas aparentemente abigarradas pero fieles a un orden dictado por
los algoritmos que examinan sin descanso los contenidos de internet, explica Abraham Alonso en el reportaje Fractales para flipar que publica en la revista Muy Interesante n. 419 del mes de abril.
Las alucinaciones
electrónicas de Geiger constituyen una de las peculiares aplicaciones del
software DeepDream, un programa desarrollado por un equipo de investigadores
de Google que utiliza un sistema de aprendizaje inspirado en la arquitectura
de nuestro cerebro. En esencia, DeepDream examina imágenes, reconoce patrones
en ellas y, a partir de la información que recaba en la Red, completa con
otras representaciones los posibles huecos que cree encontrar en las tomas
originales. De este modo, podría añadir castillos a los espacios entre las
elevaciones de una formación montañosa; o quizá sumarle una miríada de picos
u ojos humanos a una tarta. Divertido para algunos. Inquietante para otros.
Este software de código
abierto funciona como un sistema de inteligencia artificial, y puede
entrenarse para que interaccione con las imágenes siguiendo una técnica
concreta. Esta versatilidad llamó la atención de Geiger, que ya había
explorado las posibilidades artísticas de los fractales, un tipo de objetos
cuya estructura se repite en distintas escalas. En la naturaleza, este
fenómeno puede apreciarse, por ejemplo, en los cristales que integran los
copos de nieve, en los conos que constituyen las características
inflorescencias del brécol romanesco o en las hojas de los helechos.
Combinados con DeepDream, los
fractales dan lugar a paisajes de una belleza onírica, donde el observador
puede perderse en un zoom interminable. Geiger –o Chillheimer, como es
conocido en las redes sociales– los ha integrado en piezas audiovisuales
–también es compositor– de nombres tan sugerentes como Conejo blanco o La
ballena soñadora. Algunos fragmentos de las mismas ilustran las páginas de
este reportaje, aunque, eso sí, en ocasiones, los monstruos salen a relucir
también en ellas, concluye Abraham Alonso.
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jueves, 31 de marzo de 2016
Los flipantes fractales de Bernard Geiger
¿Qué son las nubes lenticulares?
Las nubes lenticulares deben su nombre a su forma de
lenteja, pero también se asemejan a discos abombados o a platillos volantes.
Aunque pueden aparecer sobre terrenos llanos, estas curiosas acumulaciones de
vapor de agua suelen formarse extendidas sobre la cima de las montañas, ya
que se originan por la acción de los vientos que circulan por sus laderas.
Una de las condiciones necesarias para que se produzca este vistoso fenómeno
meteorológico es que una masa de aire sople relativamente fuerte en dirección
a la elevación. La segunda es que exista una inversión térmica en la cima, es
decir, una gran diferencia de temperatura y densidad entre una capa de aire
superior, más caliente, y otra inferior, más fría, explica Lucía Caballero en la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de Muy Interesante.
Así, el viento que sube se
enfría en el camino y el vapor de agua se condensa para formar una nube que
normalmente descendería por el otro lado de la montaña. Sin embargo, en este
caso, el aire ascendente y frío empuja a la masa caliente superior, que trata
de elevarse de nuevo y da lugar a un movimiento ondulatorio.
Entre los montañeros y
escaladores, las nubes lenticulares son consideradas como presagio de
tormenta. Pueden permanecer durante mucho tiempo suspendidas sobre la cima de
las montañas y suelen presentarse aisladas. Sin embargo, en algunas ocasiones
llegan a verse varias de ellas juntas, como discos superpuestos, para dar
lugar a lo que se conoce como ondas de nubes.
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Psicología: cómo causar una buena impresión
Imagina que vas a una entrevista de trabajo. ¿Cuánto tiempo crees que necesita la persona que se sienta al otro lado de la mesa para formarse una opinión de ti? Según investigadores de la Universidad de Princeton, solo diez décimas de segundo.
Así lo constataron Janine
Willis y Alexander Todorov, los psicólogos responsables del estudio, que
realizaron cinco experimentos para comprobar cómo variaban en el tiempo las
opiniones de dos grupos de personas sobre desconocidos de los que se les
mostraban fotografías. Los investigadores pedían a los participantes que
juzgaran cinco rasgos diferentes de cada individuo fotografiado: su
atractivo, su simpatía, su competencia, su agresividad y si parecía fiable. La
primera impresión –formada en diez décimas de segundo– apenas variaba cuando
aumentaba el tiempo de exposición a las imágenes, asegura Raquel Graña en el artículo La verdad de la primera impresión, que publicamos en la revista Muy Interesante n.º 419 de febrero.
Los veredictos de este grupo se compararon después con los
de personas a las que se permitía observar las fotos sin restricción
temporal. Las primeras impresiones de estos segundos jueces coincidieron con
las del grupo original. De hecho, cuanto más tiempo se les concedía, más se
reforzaba su opinión inicial. Willis y Todorov concluyeron que nuestras
primeras sensaciones sobre los demás se construyen muy rápidamente, y que
resultan mucho más sólidas de lo que cabría esperar, dada la velocidad con la
que ocurren.
Lo cierto es que somos
animales predominantemente visuales, y que el mundo –y las personas– nos
entran sobre todo por los ojos, un rasgo que algunos avispados aprovechan
para ganar dinero. En 2012, cuatro jóvenes estadounidenses –Sean Rad, Justin
Mateen, Jonathan Badeen y Chris Gulczynski– crearon Tinder, una app para
ligar que se aprovecha de la dificultad de muchos para conocer gente –por
timidez o falta de tiempo– y de la celeridad con la que juzgamos el atractivo
del prójimo.
Tinder atesora ya más de
cincuenta millones de usuarios activos en el mundo, y su funcionamiento es
muy sencillo: la aplicación muestra una imagen de una posible pareja –hombre
o mujer–, su edad, los kilómetros de distancia a los que se encuentra y una
breve descripción. Está conectada con el perfil de Facebook, así que avisa si
hay amigos comunes. Si la persona atrae al usuario, este debe deslizar el
dedo hacia la derecha en la pantalla del móvil, en señal de aprobación. Si
no, lo hará hacia la izquierda, y ese rostro no volverá a aparecer. Si ambas
partes aprueban el perfil del otro, Tinder les permite intercambiar mensajes.
Los trabajos de Vivian Zayas,
profesora de Psicología en la Universidad Cornell, en EE. UU., inciden en
esta línea, y sugieren que los juicios sobre la forma de ser de una persona a
la que vemos en una foto predicen con fiabilidad lo que pensaremos de ella al
conocerla. Según sus experimentos, las opiniones emitidas a la vista de un
retrato permanecen invariables después de que obtengamos más información
sobre ese individuo, incluso durante una cita cara a cara.
Creamos al instante
impresiones generales del mundo que nos rodea, pero ¿cuál es el origen de
esta capacidad? Una cuestión de supervivencia y adaptación al medio. Pese a
disponer de pocos datos, nuestro cerebro escanea con rapidez a quien tenemos
delante, con el fin de acabar con su confusión. Según investigadores del
Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York, las regiones
cerebrales que se activan en este primer reconocimiento son la amígdala,
vinculada al aprendizaje emocional; y la corteza cingulada anterior,
relacionada con la toma rápida de decisiones. La facilidad con la que
llevamos a cabo este proceso nos permite ser precavidos ante los desconocidos
que parecen amenazadores.
Los psicólogos llevan décadas
analizando el fenómeno de la formación de las primeras impresiones. A mediados
del siglo pasado, el estadounidense Solomon Asch (1907-1996) teorizó que, cuando conocemos a una persona,
nos hacemos una idea global de ella a partir de retazos de información
formados por rasgos centrales y periféricos. Para demostrar su hipótesis,
Asch elaboró dos listas de siete adjetivos, seis de ellos repetidos
–inteligente, habilidoso, trabajador, decidido, práctico y prudente–, y uno
diferente: afectuoso y frío. Luego pasó las listas a dos grupos a los que
presentó una persona de la que debían hacerse una idea. El grupo que había
recibido la lista con la palabra afectuosa mostró una opinión mucho más
favorable del sujeto que acababa de conocer que el que había leído el
adjetivo frío. Asch replicó el experimento, cambiando estas dos palabras por cortés
y descortés. En esta ocasión, apenas había diferencias entre los juicios de
los grupos. Conclusión: cortés y descortés eran rasgos periféricos; frío y afectuoso,
centrales.
Cómo causar buena impresión. Raquel Graña lo resume en estos cinco puntos:.
l. Sé amable y abierto.
Diferentes estudios sugieren que la gente más expresiva y animada causa mejor
impresión que la inescrutable. Según el profesor Frank Bernieri, de la
Universidad del Estado de Oregón, “las personas fáciles de calar nos resultan
menos amenazadoras”.
2. Encuentra similitudes.
Esfuérzate en descubrir puntos comunes con los otros: libros que hayáis
leído, películas que hayáis visto, aficiones... La atracción por similitud es
potente, ya que se basa en el procesamiento cognitivo y la reflexión, lo que
hace más sólida una primera impresión positiva.
3. Muestra interés. Si sabemos
escuchar parecemos abiertos a una relación. En opinión de la psicóloga social
Amy Cuddy, es útil comenzar preguntando, tanto al conocer gente como en entrevistas
laborales. Para Rosanna Guadagno, profesora de Psicología en la Universidad
de Alabama, “las preguntas en un primer contacto constituyen un signo de
interés, no de ataque”.
4. Cuida tu aspecto. Esto
tiene gran relevancia en el contexto laboral, sobre todo para las mujeres;
dado que los estereotipos de género siguen vigentes, se ven obligadas a tener
muy en cuenta su apariencia.
5. Conoce a tu público. Cuando
alguien acude a una entrevista de trabajo o va a pronunciar una conferencia,
debe conocer de antemano con quién se va a ver las caras. Esto demostrará que
se ha preparado y que se merece la oportunidad que se le ha dado.
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martes, 29 de marzo de 2016
El enigma de los planetas gigantes
Los astrofísicos están más cerca de descifrar los mecanismos que dan lugar a los mundos más grandes del cosmos –gigantes de gas como Júpiter o Saturno–, los más numerosos entre los detectados fuera del Sistema Solar.
Durante siglos ha supuesto
todo un enigma el proceso por el que llegaron a formarse los gigantes
gaseosos del Sistema Solar: Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano, mucho más
grandes que los planetas rocosos –el primero tiene 318 veces más masa que la
Tierra y es 1.400 veces más voluminoso–, pero de una menor densidad debido a
su naturaleza gaseosa. ¿Pero todo en ellos es gas?
Existen discrepancias entre
los científicos acerca de la composición del núcleo: algunos investigadores,
como los de la Universidad de Colorado, creen que es una mezcla de roca,
metal e hidrógeno; otros, caso de los de la Universidad de California en
Berkeley, apuntan que el corazón de estos cuerpos celestes podría ser una
fusión de elementos sin definir, comenta nuestro editor de ciencia Miguel Ángel Sabadell en el artículo Planetas gigantes que publica en la revista Muy Interesante n.º 419 el mes de abril..
Existen muchos misterios en
torno a estos planetas vaporosos, también llamados jovianos, aunque estamos
más cerca de saber cómo surgieron. Y ello gracias a los recientes hallazgos
de un equipo de científicos del Instituto de Investigación del Suroeste, en
Boulder (EE. UU.), y de la Universidad Queen, en Kingston (Canadá). Liderados
por Harold Levison, astrónomo especializado en mecánica planetaria, estos
expertos creen que la clave se encuentra en unas habichuelas planetarias que
nos llevarán a vislumbrar el origen de los cuatro gigantes de nuestro sistema
solar.
El trabajo, publicado hace
pocos meses en la revista Nature, propone que la acumulación gradual de
objetos de, como mucho, un metro de diámetro –las habichuelas o pepitas–
puede explicar cómo se formaron estos mundos, y su planteamiento predice la
creación de uno a cuatro gigantes gaseosos por estrella. “Hasta donde
sabemos, este modelo es el primero en reproducir la estructura del Sistema
Solar exterior, con dos gigantes gaseosos, otros dos gigantes helados –Urano
y Neptuno– y un prístino cinturón de Kuiper”, explica Martin Duncan, uno de
los autores del ensayo.
Los primeros trabajos en el
campo de la recreación de sistemas planetarios datan de los años 60 y
suponían que estos cuerpos celestes aparecían por agregación de partículas
contenidas en la nube de polvo y gas que rodea a una estrella joven. En
décadas posteriores, se introdujeron algunas variables, como las
interacciones gravitatorias y las colisiones entre planetoides –objetos más
pequeños que los planetas, pero mayores que los asteroides y cometas–, y se
fue perfilando que, en el disco protoplanetario, esto es, la zona alrededor
de la estrella en la que nacen los planetas, lo primero que se forma son
núcleos de hielo y roca que acaban siendo los centros de esos objetos
cósmicos. Luego, el gas y el polvo interestelar se van fijando a ellos,
haciéndolos crecer poco a poco.
Pero este modelo tenía un
talón de Aquiles: y es que si queremos que se acumule una atmósfera importante,
como la que posee cualquier gigante gaseoso, se necesita un núcleo sólido de
al menos diez veces la masa de la Tierra. Y, para ello, han de pasar muchos
millones de años, algo de lo que no disponen estos titanes, porque para
crecer necesitan alimentarse del gas que rodea a su estrella, y esta, diez
millones de años después de haber nacido, ha dejado su sistema limpio de
dicho elemento.
Por tanto, la Tierra y demás
planetas rocosos pueden tardar en formarse los treinta millones de años que
predice la teoría, pero los gigantes gaseosos tuvieron que ver la luz veinte
millones de años antes, cuando el gas no había desaparecido aún del Sistema
Solar primigenio.
¿Cómo resolver el enigma?
Levison y sus colegas se percataron de que la respuesta estaba en lo que
llamaron acreción de pepitas.
Pensaron que estas debían formarse a un ritmo tan lento como para permitir
que los planetesimales –agregados de materia de los que nacen los planetas–
tuvieran tiempo para dispersar a sus hermanos del disco de pepitas y así
quedarse con todo el pastel.
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lunes, 28 de marzo de 2016
¿Puede la cal disolver un cuerpo humano?
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Un
asistente sanitario arroja cal sobre una víctima
de un francotirador en Trípoli
(Libia).
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Como señalan los forenses, matar es muy fácil; lo difícil es
deshacerse del cadáver. Tradicionalmente, una de las técnicas más utilizadas es
la de espolvorear o sumergir el cuerpo en óxido de calcio, lo que se conoce
como cal viva. Por su especial efecto corrosivo, este compuesto provoca la
destrucción progresiva de los músculos, nervios y cualquier tejido blando del
organismo. El tiempo que tarden en desaparecer depende, sin embargo, de distintos
factores, como la temperatura, el mayor o menor volumen del cadáver y la
cantidad de cal empleada, explica la criminóloga Janire Rámila en la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de Muy Interesante.
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José Bretón |
Pero lo que esta no conseguirá jamás por sí sola es acabar
con el esqueleto, pues se trata de una parte especialmente dura y resistente.
Tanto es así que los huesos únicamente pueden quedar destruidos si son
sometidos a temperaturas superiores a 980 ºC, como sucede en los hornos
incineradores. Eso es precisamente lo que intentó hacer en 2011 José Bretón,
que empleó una pira artesanal para tratar de eliminar todo rastro de los
cadáveres de sus hijos, a los que había matado. Aun así, entre las cenizas
aparecieron unos delatores restos óseos, concluye Rámila.
domingo, 27 de marzo de 2016
10 consejos para no caer en la venganza
Represalia, revancha, desquite. Diferentes palabras que aportan matices a un concepto familiar para personas de todas las épocas y culturas: la venganza. ¿Cuáles son las claves psicológicas y biológicas de este instinto humano?
El psicoterapeuta Luis Muiño explora las nuevas investigaciones que tratan de desentrañar en el reportaje Las dañinas raíces de la venganza, que publica en la revista Muy Interesante n.º 419 de abril, los componentes psicológicos y biológicos de este sentimiento tan humano, presente en todas las culturas, épocas e incluso religiones.
Paul Watzlawick fue una importante figura de la psicología
del siglo XX. En 1983 publicó un divertido libro que le dio fama: El arte de
amargarse la vida. En él habló del peligro de rumiar los pensamientos y la
obsesión con el pasado. De este autor y otros psicoterapeutas, Muiño entresaca estos diez consejos que pueden ayudarte a evitar la tentación de la venganza y su amargo
sabor:
1. Aumenta tu tolerancia a la frustración. Esta habilidad
puede desarrollarse con los años, cuando comprobamos que todo lo que pasa,
bueno o malo, cambia con el tiempo: nada permanece. Si encaramos la vida con
esa serenidad interior, entendemos los reveses como parte
de nuestra experiencia vital.
de nuestra experiencia vital.
2. Cultiva el humor. Reír nos saca de la reiteración con que
les damos vueltas a los temas trascendentales. La ironía nos libera y nos da
otra perspectiva. Además de ser clarificador, el sentido del humor cambia
nuestro ánimo y nos sitúa en una condición en la que resulta más fácil afrontar
los problemas. El resentimiento tiene que ver con la parálisis vital: si nos
ponemos manos a la obra, la necesidad de resarcirse se diluye.
3. ¿Autocompasión? Jamás. La lástima por nosotros mismos nos
hunde más en los momentos negativos y aumenta nuestro apetito de venganza.
Lucir sin pudor nuestra mala suerte y nuestras culpas para dar lástima o
regodearnos en el fatalismo de pensar que las cosas no pueden cambiar es una
estrategia pésima. El victimismo dificulta la solución de problemas.
4. Cambia culpabilidad por responsabilidad. La primera
paraliza y nos ancla a lo que deberíamos haber hecho. La segunda mira al futuro
y a lo que puedes hacer para cambiar el presente. Nuestro cerebro está hecho
para pensar durante un 90% del tiempo en lo que tiene que hacer y el resto en lo que
tendría que haber hecho: respetemos esos porcentajes.
5. Distánciate de ti mismo. Tendemos a creernos demasiado a
nosotros mismos. Si llegamos irritables al trabajo, es fácil que pasemos un
buen rato rumiando nuestros problemas laborales y concluyamos que estamos
hartos de ese empleo. Pero quizá lo único que ocurre es que hemos dormido mal o
hace mucho calor. La interpretación de lo que pasa nos amarga más que los
propios sucesos negativos. Nuestra vida y nuestra psique no van unidas
inevitablemente: podemos estar resentidos sin que nadie nos haya hecho nada, y
también podemos sufrir agresiones y perdonar.
6. Libera tu ira. Es normal que la sientas cuando no logras
lo que deseas. Pero si se acumula, ese rencor se convierte en amargura: contra
los demás (mal carácter) o contra nosotros mismos (depresión). Busca espacios
para canalizar el resentimiento: practica un deporte duro, rebélate contra una
injusticia, grita cuando abusan de ti... Pero elige la ocasión: si exteriorizas
la furia en un momento inadecuado, sumarás más pesar.
7. No te contagies de la furia ajena. Personas con poder sobre nosotros (jefes, profesores, clientes…)
que lo usan para desahogarse; individuos que se dejan llevar por sus impulsos
a la mínima; agoreros a los que encanta que las cosas vayan mal porque eso
ratifica sus ideas… Nos rodean propagadores del mal humor que nos incitan a la
venganza. Evítalos.
8. Perdónate. Ojo con las expectativas demasiado altas.
Muchos amargados son muy autoexigentes y a menudo comprueban que no pueden dar
tanto o que no se recompensan sus esfuerzos. Necesitas autoestima
incondicional, que te permite quererte aunque hagas mal algunas cosas.
9. Sé más asertivo. La capacidad de mantener una
comunicación igualitaria (sabiendo decir no, poniendo nuestros derechos a la
misma altura que los ajenos, comunicando nuestros deseos y opiniones...) ayuda
a no acumular afrentas que nos llevan al resentimiento. Esta aptitud se cultiva
afrontando las situaciones interpersonales que nos tensan: en vez de evitarlas,
es útil enfrentarnos a ellas tratando de comunicarnos de la forma más asertiva posible.
10. Cuenta tu pasado sin rencor. No puedes cambiar lo que te
ha pasado, pero sí contarlo de otra forma. Si hablas –y te hablas– sin
victimismo, transmites que llevas las riendas de tu vida y que solo miras al
pasado para aprender de sus enseñanzas. Hazlo y eliminarás gran parte del
resentimiento.
![]() |
Puedes disfrutar del reportaje completo en la revista Muy Interesante del mes de abril. |
Publicado por
Enrique Coperías, director de la revista Muy Interesante (@muyinteresante)
en
23:57:00
1 comentario:
![](https://resources.blogblog.com/img/icon18_edit_allbkg.gif)
Etiquetas:
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¿Vivieron en Brasil los primeros americanos?
En el nordeste de Brasil, en
unos abrigos rocosos de la brasileña sierra de Capivara, en el estado de
Piauí, uno de los más pobres y agrestes del país, existen unas pinturas
rupestres cuya antigüedad ha reabierto un debate sobre quiénes fueron los
primeros habitantes del Nuevo Mundo. El modelo clovis, dominante en el último
siglo, sitúa la primera cultura americana en Nuevo México, donde se han
hallado los restos más antiguos, fechados en el 11500 a. C. Pero las pinturas
de Capivara podrían ser muy anteriores, afirma José Ángel Martos en el dossier 20 misterios de la arqueología de la revista Muy Interesante n. 419 de abril.
Algunos estiman que estas
representaciones pictóricas –foto de la izquierda– tendrían hasta 20.000 años, lo que significaría
una reinterpretación total. Según el modelo clovis, los humanos llegaron a
Norteamérica desde Asia, a través del estrecho de Bering. Se cree que seguían
el rastro de los mamuts que cazaban durante la Edad de Hielo. Pero esta
teoría quedaría desmontada si se demuestra que las pinturas de Capivara son
más antiguas.
En la zona, se han hallado
más de 750 obras rupestres, en particular en el área de Toca da Bastiana. Se
trata de figuras antropomórficas y de animales, y hay escenas de caza y
celebración, así como marcas de manos humanas.
En 2013,
otro misterio se sumó al anterior: se encontraron en la misma región
herramientas de piedra con 22.000 años de antigüedad. Y con ellas se
intensificó el debate. Algunos paleontólogos –sobre todo norteamericanos– no
aceptan que se cuestione la cultura clovis, pero Niède Guidon –foto de la derecha–, la arqueóloga
brasileña que estudió las pinturas por primera vez, mantiene que los humanos
llegaron desde África, posibilidad descabellada para muchos, pero con
crecientes defensores.
Otro descubrimiento, el del
yacimiento de Monte Verde, en el sur de Chile, atestigua que allí hubo
presencia humana hace 14.000 años. Esto apunta a otra de las teorías que se
manejan: el hombre que arribó al Cono Sur provenía de Oceanía.
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sábado, 26 de marzo de 2016
¿Hay cazadores de infieles en internet?
Las redes sociales y las páginas
de contactos han facilitado las aventuras extraconyugales. Chatear y quedar
para tener sexo con alguien es ahora más sencillo que nunca. Pero ¡ojo!: la
red también aumenta el riesgo de ser pillado in fraganti. Sobre todo cuando
actúa una cazadora de infieles como
Amy Wade, dice Luis Muiño en la sección Amor y sexo de la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de Muy Interesante.Contratada por mujeres que sospechan que su pareja es proclive al adulterio, esta mujer de Surrey (Reino Unido) pone a prueba al posible candidato contactando con él a través de Facebook, Tinder o Badoo, y se anuncia como una chica que acaba de llegar a la ciudad y tiene ganas de conocer a hombres del lugar. Deja que el sospechoso dé el paso y luego informa a la potencial cornuda.
Hay webs como cheatingrat.com
que ofrecen este servicio. Pero la generalización de los cazaadúlteros genera
dudas éticas. ¿Habría acabado mal la relación si el sospechoso no hubiese
sido expuesto a una oportunidad tan fácil? Además, aunque haya dado el primer
paso, como no llega a culminar la infidelidad nunca se sabrá si se habría
arrepentido, concluye Luis Muiño.
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