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Existe una afinidad sónica en cada persona,
innata y que se va adquiriendo con el paso del tiempo en función de los estímulos ambientales. / Foto: Hernán Piñera |
A la hora de procesar los estímulos
acústicos, los sonidos ambientales desempeñan un peso fundamental, según una
teoría desarrollada por científicos de la Universidad Complutense de Madrid.
La investigación repasa diferentes estudios de disciplinas como la
antropología, la historia o la neurociencia. Los sonidos del siglo XVIII que
rodearon a Mozart le influyeron decisivamente a la hora de componer.
Desde que nacemos estamos rodeados de sonidos. Diferentes
estudios han abordado la relación que tienen con la formación del individuo,
tanto desde el punto de vista antropológico como cultural o neurológico, y ahora investigadores de la
Universidad Complutense de Madrid (UCM) los han analizado para desarrollar una teoría que
establece que los sonidos del ambiente condicionan las capacidades musicales del
cerebro. “Las modelan activamente e incluso antes de nacer, pero con unos
márgenes amplios de modificación”, explica Javier Campos Calvo-Sotelo,
investigador de la facultad de Geografía e Historia de la UCM y autor principal
del estudio, que se publica en Psychology of Music.
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Wolfgang Amadeus Mozart, de niño.
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Según la nueva teoría, existe una afinidad sónica en cada
persona, innata y que, a la vez, se va adquiriendo con el paso del tiempo en
función de los diferentes estímulos ambientales. El papel de los progenitores,
especialmente el de la madre, resulta fundamental. “La vocalidad materna en
particular y el ambiente sonoro del hogar en el que viva el niño ejercerán una
influencia considerable en la relación que este establezca y desarrolle con la
música”, afirma Campos .
El trabajo realiza
una revisión de diferentes iconos musicales, señalando la época y el contexto
en el que realizaron sus obras. Mozart, por ejemplo, escuchaba principalmente
“pájaros, voces humanas, carros con ruedas metálicas que se mueven por las
calles adoquinadas y los sonidos agudos del látigo del cochero”, según
describió el compositor Murray Schafer. En opinión de este autor, habría una
correlación entre los sonidos del siglo XVIII y la música compuesta por Mozart,
llena de frecuencias medias y altas, donde los tonos graves son bastante
ligeros.
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Gioachino
Rossini
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Las óperas de Rossini, por su parte, cuentan con ritmo fuerte,
influido por la incipiente maquinaria industrial que se desarrollaba en la
época en que las creó, en el siglo XIX, según el musicólogo Roger Alier. En cuanto
a géneros, el rock se asocia con motores de combustión, motos, taladros, golpes
de martillo, máquinas mezcladoras de cemento y el metro, típicos de la sociedad
en la que se compone, en los siglos XX y XXI. “El estudio plantea la existencia
de una afinidad sónica que obedecería a una serie de causas funcionales dentro
de la lógica de la evolución de la especie humana”, concluye Campos.
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