En el espacio, las partículas subatómicas cargadas que integran los omnipresentes rayos cósmicos constituyen una amenaza para cualquier ser vivo. En la Tierra, estamos a salvo gracias al campo magnético magnético que la rodea. De hecho, muchos astrónomos sostienen que sin su protección la aparición de la vida hubiera sido imposible.
Ahora, un estudio impulsado por unos investigadores del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en EE. UU., y la Universidad Federal de Río Grande del Norte en Brasil parece apoyar esta idea, según informamos en la revista Muy Interesante n.º 420 del mes de mayo. Para determinarlo, se han fijado en Kappa Cetti, una estrella parecida al Sol situada a treinta años luz. Esta tiene entre cuatrocientos y seiscientos millones de años, más o menos la edad que tenía la Tierra cuando la vida surgió en ella. No obstante, emite un chorro de partículas cincuenta veces mayor que el del astro rey. Tal bombardeo podría arrasar la atmósfera de cualquier mundo en la zona habitable del sistema que no contara con un paraguas magnético. Pues bien, los modelos de estos científicos sugieren que incluso el de la joven Tierra habría garantizado el desarrollo de los primeros organismos.
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