Tendemos a pensar que las fobias obedecen a una causa única.
Pero, en realidad, suelen intervenir desencadenantes genéticos, psicológicos,
desequilibrios biológicos… La acrofobia no es una excepción. Una intensa
actividad fisiológica y cognitiva traduce este miedo paralizante a las alturas
en mareos. Y, habitualmente, procede de una mezcla de tres factores, escribe el psicoterapeuta en la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de la revista Muy Interesante.
Por una parte, el afectado puede actualizar la indefensión
que experimentó en una circunstancia similar; por ejemplo, porque no pudo
seguir atendiendo a sus hijos o porque se sintió perdido y solo.
En segundo lugar, factores biológicos como problemas de
espalda o cervicales o malformaciones en el oído interno conducen al vértigo y
al mareo.
Y por último, los individuos con tendencia a la ansiedad
pueden focalizarla en algo particular porque saben a qué tienen miedo y eso les
resulta más tranquilizador que una desazón continua e inespecífica.
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