Se llama así a una polémica teoría que aventuró a principios
del siglo XXI Robert Dudley. Según este biólogo de la Universidad de Berkeley,
el alcoholismo tiene que ver con nuestro pasado biológico, ya que el alcohol
etílico –tambien llamado etanol– funcionaba como un estimulante para comer
fruta madura en nuestros antepasados.
De hecho, los beneficios de un consumo
moderado pueden ser indicio de que la atracción por esa sustancia psicoactiva
está inscrita en nuestro genes, comenta el psicoterapeuta Luis Muiño en la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de Muy Interesante.
Numerosas investigaciones han reunido datos que avalan esta
hipótesis. Por ejemplo, en un artículo publicado en la revista Proceedings of
the National Academy of Sciences (PNAS), Matthew A. Carringan y sus colaboradores
afirman haber encontrado las pruebas de que hace diez millones de años se
produjo en los ancestros comunes de humanos y simios la mutación genética que
produce la enzima ADH4, necesaria para metabolizar el etanol producido
naturalmente por la fermentación de las frutas.
Gracias a esta mutación, algunos de nuestros antepasados
empezaron a comer - además de la
fruta que recolectaban subidos a los árboles como cualquier otro primate- los
frutos que caían al suelo. El alcohol de esa fruta fermentada sirvió de
incentivo. Gracias a su búsqueda, los simios abandonaron la seguridad de los
árboles y bajaron al suelo. Este cambio de hábitat favoreció la postura bípeda
erguida, el desarrollo de herramientas gracias a tener dos extremidades libres,
la evolución de la inteligencia
y…el resto ya es historia.
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