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Construcción de la fábrica Gigafactory 1 |
Ese enorme poderío se
reflejará en su nombre. Bautizada como Gigafactory 1, será la primera fábrica
de baterías de litio de la compañía de coches eléctricos Tesla, que la
construye junto con el gigante industrial japonés Panasonic para buscar una
solución al mayor problema al que se enfrenta el mundo de la tecnología y
que, por extensión, es también uno de los quebraderos de cabeza del sector
del automóvil. Tras veinticinco años en el mercado, las baterías de iones de
litio se han refinado y perfeccionado al máximo, pero ya no dan más de sí, advierte Ángel Jiménez de Luis en el reportaje ¡A la carga! que publica en la revista Muy Interesante n.º 420 de mayo.
Sin una alternativa
comercialmente viable, la única salida que le queda a Tesla es aumentar la
producción de baterías para satisfacer la demanda de una creciente flota de
vehículos eléctricos. Esta será también la clave para reducir el precio de
estos dispositivos. Gigafactory 1 tendrá una capacidad de producción
equivalente a la que hubo en todo el mundo en 2013, y no será la única
fábrica de baterías de Tesla. Gracias a ellas, la compañía podrá poner en el
mercado coches más económicos que los que ofrece ahora.
Quien vea en esta estrategia
más un parche que una solución no anda desencaminado. La carrera por buscar
un sustituto capaz de almacenar más energía y hacerlo de forma más segura que
las actuales baterías de iones de litio se ha intensificado en los últimos
años, pero de momento no tiene un ganador claro. “Si lo que buscamos es una
nueva tecnología capaz de cambiar el mundo, de dar un salto significativo en
capacidad, lo cierto es que aún no lo hemos conseguido. Casi todo lo que
hemos mejorado en la autonomía de dispositivos electrónicos se lo debemos a
una mayor eficiencia en los procesadores y las pantallas”, asegura Kazuo
Hirai, presidente de Sony, la empresa pionera en la venta de baterías de
iones de litio, señala Jiménez de Luis, que además incide en los cinco grandes retos de las baterías del futuro:
1. Coste. El de los
materiales es solo una parte del precio final de las baterías. La
peligrosidad de los electrolitos líquidos exige protegerlas y empaquetarlas
bien, lo que encarece el transporte. Baterías más seguras y estables
reducirían el precio de los coches eléctricos y complementarían la labor de
las fuentes de energía renovables en la red eléctrica.
2. Seguridad. Más de treinta
años en el mercado han servido para mejorar la fórmula inicial y crear
baterías más eficientes y fiables, pero aún son dispositivos peligrosos que
pueden arder con facilidad si no se toman medidas protectoras en las fases de
carga y descarga.
3. Cantidad. La capacidad
mundial de fabricación de baterías roza los 35 gigavatios-hora por año. Esta
cifra apenas satisface la demanda de los fabricantes de electrónica de
consumo y un pequeño mercado de vehículos eléctricos. Si esperamos una
transición significativa del parque automovilístico y una mayor presencia de
baterías en la red eléctrica, resulta necesario multiplicar la producción.
4. Reciclaje. Las baterías de
iones de litio tienden a perder su capacidad tras cientos de ciclos de carga
y descarga. Pueden reciclarse, pero es un proceso caro y que requiere mano de
obra especializada. Futuros desarrollos tendrán que facilitar esta tarea si
quieren reducir su impacto en el medio ambiente.
5. Capacidad. La densidad de
las baterías actuales es baja, cercana a los 150 o 250 vatios-hora por kilo.
Para ser una alternativa real al motor de combustión interna tendrán que
duplicar su capacidad de almacenamiento.
Puedes disfrutar del reportaje completo en la revista Muy Interesante n.º 420 del mes de mayo. |
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