Hasta hace poco, los niños asmáticos vivían ajenos a
cualquier actividad física porque se pensaba que era el desencadenante de
muchas crisis. Pero los especialistas han roto esa burbuja y ahora les
aconsejan cualquier deporte que requiera un esfuerzo intenso intermitente:
desde yudo o ciclismo hasta baloncesto o esgrima. Sin embargo, si tienen que
recomendar uno para mejorar los síntomas del asma, optan por la natación, informa la revista Muy Interesante del mes de mayo en su suplemento Saludable.
En la Universidad Médica de Taipéi (Taiwán), han comprobado
que los niños que, además de seguir su tratamiento habitual, se tiran a la
piscina, progresan en muchos indicadores de la enfermedad –como por ejemplo la
respiración, los ronquidos o la deformidad torácica– y registran menos
hospitalizaciones y absentismo escolar. La consecuencia es que adquieren más
confianza en sí mismos, “porque nadar promueve el desarrollo psicológico y
físico normal”, apunta el director de la investigación, Wang Jeng-Shing.
El efecto terapéutico responde a que el ambiente de las
piscinas evita la pérdida de calor y, sobre todo, de humedad en las vías
respiratorias. Según los médicos, cuando esto ocurre, se reducen las sustancias
que favorecen la inflamación, como los leucotrienos o las histaminas, que dan
lugar a las crisis asmáticas.
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