domingo, 28 de febrero de 2016

¿Por qué nos gusta sentir miedo?



Diversos factores neuropsicológicos y culturales (más presentes en unas personas que en otras) nos llevan a pasarlas canutas voluntariamente, impulso que alimenta a toda una industria del entretenimiento.


El pintor belga René Magritte (1898-1967) dijo esto: “Uno no puede hablar acerca del misterio, debe ser cautivado por él”. A lo largo de la historia de la humanidad, millones de personas han sucumbido a un placer paradójico: acercarse a lo desconocido y disfrutar con el temor que les produce. Aunque el objetivo último de la sensación de pánico es el desasosiego, muchas personas son capaces de deleitarse con el miedo si lo experimentan en una situación controlada.

Ya en el siglo VIII a. C. encontramos un temprano ejemplo del gusto por lo siniestro. Homero relata lo siguiente en la Odisea: “Andaban en grupos aquí y allá, a uno y a otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror”. Luego aparecen los siguientes ingredientes: cabezas que hablan cuando se acercan a la sangre, muertos vivientes que quieren acabar su tormento, el espanto ante la Gorgona… El relato de las andanzas de Ulises fue trasmitido por tradición oral: si el texto se conserva, es porque muchos encontraron placer en recitarlo.

Desde entonces, miles de obras literarias, pictóricas y, en los tiempos modernos, cinematográficas han explorado ese paradójico disfrute. A partir del auge de la literatura gótica a finales del siglo XVIII, el terror se convirtió en género. Un hecho demuestra su vigencia: en todas las épocas posteriores podemos encontrar alguna narración espeluznante convertida en fenómeno de masas. Desde los clásicos Drácula o Frankenstein hay un continuo que culmina, de momento, en el auge de las actuales series de terrorThe Walking Dead, American Horror Story, Penny Dreadful…– y taquillazos como Paranormal Activity 4, que recaudó más de cien millones de dólares en su estreno a pesar de que se creía una fórmula agotada.
La pintura, los parques de atracciones, la música y el cómic también nos han invitado en los últimos años a seguir pasándolas canutas sabiendo que muchos responderían a la llamada. ¿Por qué?  Como ocurre con todo fenómeno psicológico masivo, confluyen distintas causas, señala el psicoterapeuta y divulgador  Luis Muiño en el reportaje Por qué nos gusta sentir miedo que firma en la revista Muy Interesante n.º 418 del mes de marzo.


 Paranormal Activity 4
Uno de los factores más citados tiene que ver con la hiperactivación física. A menudo se explica afirmando que quienes disfrutan de tales sensaciones solo experimentan una descarga de adrenalina, no miedo de verdad. Nuestro mecanismo cerebral de alarma se sitúa principalmente en la amígdala, un centro del sistema límbico, el encargado de reaccionar ante las emociones.
Experimentos como los realizados por Daniel Schacter, profesor de Psicología de Harvard, en EE. UU., demuestran que los pacientes con daños en esa área recuerdan la asociación entre ciertos acontecimientos y un estímulo negativo, pero no perciben ningún efecto emocional. Cuando se activa, genera reacciones fisiológicas como el aumento de la tensión arterial y del metabolismo celular. También conlleva una liberación de catecolaminas, grupo de neurotransmisores donde se hallan la adrenalina y la dopamina y que es responsable de la sensación de euforia que experimentamos tras pasar un mal rato.

En la misma línea, el investigador Jeffrey Goldstein, profesor de Psicología Social de la Universidad de Utrecht, en Holanda, sostiene que el género de terror proporcionaría un entretenimiento violento aceptado socialmente. Se trata, en definitiva, de activar las hormonas extremas –testosterona, adrenalina, cortisol…–, y una forma de conseguirlo es sentir escalofríos y angustia en una situación controlada.
Los partidarios de esta teoría nos recuerdan que las historias de canguelo han permitido, desde tiempos remotos, liberar sentimientos políticamente incorrectos incrustados en nuestro hardware biológico. Un ejemplo es la venganza: la historia de la víctima que vuelve de entre los muertos para ajustar cuentas se ha convertido en un tópico. Disfrutamos con la adrenalina que genera ver al fantasma justiciero en un ámbito en el que están permitidas ese tipo de bajas pasiones, señala Muiño en el artículo que puedes continuar leyendo en la revista Muy Interesante de marzo.

Además, Muiño te ofrece un test con el que podrás medir tu nivel de placer ante historias espeluznantes. Piensa en tu conducta y sentimientos ante esas experiencias en los últimos meses –cambiamos con la edad– y marca cuando la frase no se te pueda aplicar en absoluto en ese periodo de tiempo; 2, si te sientes identificado con ella en ocasiones contadas; 3, cuando se te pueda adjudicar bastantes veces; y 4, si has sentido eso siempre:









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