miércoles, 3 de febrero de 2016

Terraformación de Marte: cómo convertir el planeta rojo en azul


Si ya estamos transformando la Tierra, ¿por qué no hacer lo mismo con Marte hasta convertirlo en un lugar habitable? Estas son las mejores propuestas para terraformar ese mundo hoy inhóspito.
 

El astrobiólogo británico Martyn J. Fogg define la terraformación como “un proceso de ingeniería planetaria, específicamente dirigido a mejorar la capacidad de un ambiente extraterrestre para mantener vida”. Se trata de un término, hoy científico, que nació en la ciencia ficción. A principios de los años cuarenta del pasado siglo, Jack Williamson inventó la palabra para sus relatos, que hoy podemos leer en la antología Seetee Ship (1951). En ese contexto, ya significaba transformar un planeta hasta hacerlo apropiado para la vida humana. Autores como Arthur C. Clarke –Las arenas de Marte, la primera novela donde se colonizaba ese nuevo mundo–, Greg Bear –Marte se mueve  y Frederik Pohl
–Homo plus y Mineros de Oort– fueron los primeros terraformadores del planeta rojo en nuestra imaginación. La última gran obra literaria que nos ha mostrado con detalle inusitado esta fantasía científica ha sido la aclamada trilogía de Kim Stanley Robinson Marte rojo, Marte verde y Marte azul.

Pero ¿la tecnología actual es capaz de tan ambiciosa obra de ingeniería? El físico y divulgador científico Bartolo Luque explica en el dossier Objetivo: Marte, que firma en la revista extra Se busca E.T. de Muy Interesante que, por increíble que parezca, la respuesta es afirmativa, porque los humanos ya tenemos experiencia en modificar por completo un planeta, el nuestro. Se estima que un 1% de la superficie terrícola está asfaltada. Nuestras ciudades iluminadas por la noche parecen estrellas caídas cuando las observamos desde el espacio exterior.

Hemos construido puentes, presas y túneles. Hemos movido montañas, cambiado el curso de los ríos, robado tierras al mar y deforestado sin medida. La agricultura ha cambiado la faz de la Tierra y la revolución industrial ha modificado sus condiciones globales de habitabilidad. Estamos contaminando a un ritmo frenético, alterando el equilibrio ecológico y haciendo del agua un recurso escaso. Algunos científicos intrépidos han comenzado a especular y a jugar a ingenieros planetarios con Marte como el candidato idóneo a nuestro segundo hogar. Sin embargo, su temperatura media anual es de unos -55 ºC. De modo que, si queremos hacerlo habitable, primero deberíamos calentarlo globalmente. Para ello, los expertos hacen propuestas de todo tipo, desde detonaciones atómicas hasta el redireccionamiento de asteroides para que choquen con el planeta y la instalación de gigantescos espejos que focalicen el calor del Sol.

Sin duda alguna, la idea más acertada es desatar un efecto invernadero mucho más intenso que el que hoy estamos provocando en nuestro planeta, dice Luque en el reportaje. El dióxido de carbono no es el único gas producido por la humanidad capaz de calentar atmósferas. El metano y el óxido nitroso son una alternativa. Pero hay más. Una de las propuestas más novedosas y menos descabelladas para crear un efecto invernadero de la magnitud que necesitaría Marte es el uso de gases que, en baja concentración, generan un poderoso calentamiento. Los perfluorocarbonos, empleados en la fundición de aluminio y la fabricación de semiconductores, son opciones prometedoras. Permanecerían largo tiempo en la atmósfera marciana sin desintegrarse y no atacarían a la incipiente capa de ozono que los ingenieros terraformadores necesitarían construir para resguardar a los futuros pobladores de la radiación ultravioleta externa. Luque cuenta en su reportaje cuánto tiempo tardaríamos en calentarlo con este procedimiento y, tras conseguirlo, los pasos que habría que dar para crear una ecología marciana. 




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