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Cuenta Elena Sanz en la revista Preguntas y Respuestas N.º 35 de Muy Interesante que las abuelas propongan
beber un vaso de agua, comer hielo picado o recibir un buen susto tiene
fundamento fisiológico: todos estos remedios estimulan el nervio vago, que no
solo coordina la respiración y la deglución, sino que está implicado en los
molestos espasmos del diafragma. El objetivo es provocar una sensación
intensa al cerebro para que cambie su foco de atención. Por ejemplo,
mordiendo un trozo de limón, apretando la punta de la lengua con los dedos o
presionando el globo ocular. Según un estudio de 1971, tomar dos cucharadas
de azúcar también puede cortar los hipidos.
Más drástico, pero basado en
el mismo principio, es el método que aplicó Francis Fesmire, de la
Universidad de Tennessee, en 1988.
Después de intentar sin éxito estimular el nervio vago presionando los
ojos de un paciente desesperado, un masaje rectal fue mano de santo. Cuando
recibió el Premio Ig Nobel a la investigación más absurda del año, Fesmire
sugirió que un orgasmo produciría un efecto similar y resultaría, claro, más
divertido.
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