Las especies presentan tales divergencias en sus patrones de envejecimiento y muerte que los científicos no han logrado establecer una teoría global para explicar las claves del deterioro que lleva a su fin a los distintos seres vivos. Cada animal parte de una base tan diferente –genes, metabolismo, hábitat, alimentación...– que la tarea es casi imposible para los conocimientos actuales.
Hay mucho por investigar, y surgen sorpresas como la que nos ha dado Turritopsis nutricula –la medusa inmortal–, un ser que cuando alcanza la madurez sexual vuelve a su estado de pólipo, gracias a un proceso celular de transdiferenciación, en un ciclo que teóricamente puede repetirse de modo indefinido.
Te lo contamos en la revista Muy Interesante del mes de enero, cuya portada dedicamos a los enigmas del efecto placebo.
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