¿Apareció solo una vez o hubo antes varios pasos en falso?
¿Es un fenómeno autóctono o puede producirse en cualquier otro lugar del
cosmos? El salto de la química inerte a la biología sigue planteando más
preguntas que respuestas. Roger Corcho investiga en el dossier Grandes enigmas de la ciencia que publicamos en la revista Muy Interesante N.º 417 qué saben los biólogos a fecha de hoy sobre cómo surgió la vida en nuestro planeta hace 4.100 millones de años, según un reciente análisis realizado en cristales de zircón de esa época y que contienen ciertos vestigios orgánicos de probable origen biológico.
Corcho entrevista en el reportaje a Chandra Wickramasinghe, defensor de que la vida pudo llegar del espacio. En los años setenta, el astrónomo Fred Hoyle (1915-2001) y
el matemático Chandra Wickramasinghe (nacido en 1939) lanzaron la tesis de que
los cometas expandieron la vida por el cosmos. Desde entonces, Wickramasinghe,
nacido en Sri Lanka y profesor de la Universidad de Buckingham, en Inglaterra,
ha insistido en esta polémica idea, bautizada como panspermia.
¿Qué pruebas existen para defender que la vida procede del
espacio?
En primer lugar, tampoco las hay de que comenzara en nuestro
planeta. Las primeras bacterias habrían surgido a partir del momento en que
podían sobrevivir, hace unos 4.000 millones de años. Esto ocurrió a finales del
llamado eón Hádico, cuando la Tierra sufrió un episodio de terribles impactos
de cometas. Es probable que estos cuerpos celestes trajeran agua a la Tierra y
portaran vida.
¿Excluye, entonces, la idea de que los primeros organismos
surgieron de un medio inerte?
La aparición de células autorreplicantes simples a partir de
una sopa prebiótica –a través del mundo de ARN o cualquier otra ruta propuesta–
implica horrendas improbabilidades. Si nos alejamos del pequeñísimo volumen que
ocupaban los océanos primordiales de la Tierra y tenemos en cuenta un escenario
mucho más amplio, cerramos la brecha de lo sumamente improbable. Esta es la
razón para invocar que la vida es un fenómeno cósmico: se habría originado una
sola vez en la historia del universo, y la panspermia se ocuparía del resto.
Por otro lado, la Tierra es un ámbito abierto, y las células
y su material genético se pueden mover con facilidad, entrando y saliendo del
planeta una vez que se han establecido. Por ejemplo, si un cometa o un
asteroide golpea la Tierra, una pequeña fracción de los materiales expulsados
puede alcanzar los sistemas planetarios circundantes. Recientemente, se ha
estimado que el número de exoplanetas presentes en nuestra galaxia puede
superar los... ¡140.000 millones! Esto significa que la distancia entre mundos
extrasolares potencialmente habitables es solo de algunos años luz. Hablamos de
una magnitud muy pequeña desde el punto de vista astronómico, y que puede ser
sorteada con facilidad por procesos panspérmicos.
¿Cree que su tesis tiene ahora más fundamento que cuando la propuso hace cuarenta años?
Sí. La respalda el descubrimiento de que una importante
fracción del carbono del universo se encuentra en forma de moléculas
biológicamente relevantes. Además, estudios recientes indican que los cometas
se componen de un material similar.
Por último, las
detecciones de células bacterianas en muestras de polvo cometario recogido en
la alta estratosfera debería convencernos de que somos parte de una sola
biosfera conectada.
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