El impacto global que la actividad humana tiene sobre el planeta lleva a muchos expertos a afirmar que hemos entrado en un nuevo tiempo geológico: el Antropoceno.
Como si de las páginas de un libro se tratara, las rocas
cuentan historias. Cada uno de sus estratos encapsula relatos que contienen
información sobre las moléculas que existían en la atmósfera de épocas pasadas,
la temperatura que hacía, los animales y plantas que vivían entonces y los
hábitats que ocupaban. Cada capítulo empieza desde cero, con un cambio completo
de ambientes, de trama y de personajes. Comienzos abruptos y finales violentos
que permiten definir la serie jerárquica de divisiones del tiempo geológico,
reflejo de los principales acontecimientos de la historia del planeta.
De acuerdo con la Comisión Internacional de Estratigrafía
(ICS, por sus siglas en inglés), el órgano responsable de establecer esos
límites formales, el presente se sitúa en la época conocida como Holoceno, que
a su vez se integra dentro del período cuaternario (iniciado hace 2,5 millones
de años), en la era cenozoica (66 millones de años) y dentro del eón fanerozoico
(541 millones de años), que marca el inicio de la expansión de la vida.
Paisaje del Pleistoceno / Ilustración: Mauricio Antón
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El Pleistoceno dio paso a la segunda época cuaternaria, el
Holoceno, que empezó hace 11.700 años y en la que el Homo sapiens desarrolló la
agricultura, domesticó animales, creó herramientas cada vez más complejas,
construyó asentamientos urbanos y empezó a alterar el medio ambiente a gran
escala. Como consecuencia, la huella dejada por nuestra especie es hoy tan
profunda que un número cada vez mayor de científicos cree que ya hemos entrado
en una tercera época del Cuaternario: el Antropoceno.
“Usé esta
palabra por primera vez en 2000 durante una conferencia”, recuerda el químico
atmosférico y ganador del Premio Nobel Paul Crutzen a nuestra colaboradora Joana Branco y que recoge en su artículo Bienvenidos al Antropoceno, publicado en la revista Muy Interesante n.º 418 del mes de marzo. Y añade Crutzen : “Hablábamos de
las alteraciones que ha sufrido el planeta y alguien mencionó el Holoceno. Pero
el mundo ha cambiado tanto que no me parecía correcto seguir hablando de él. En
el fragor del momento se me ocurrió decir que estamos en el Antropoceno, y la
idea cuajó”.
Paul
Crutzen
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En la actualidad, este neologismo aparece en cientos de
estudios y en el nombre de tres revistas científicas. Jan Zalasiewicz, geólogo
de la Universidad de Leicester, recuerda que “el Antropoceno empezó a aparecer
en publicaciones serias. Fue algo inaudito en el mundo de las escalas
geológicas. Comprobé que la mayoría de mis colegas opinaba que el término era
adecuado”.
Pero ¿hay algo realmente nuevo en el actual capítulo de la
historia de la Tierra? “Episodios de calentamiento global, acidificación de los
océanos o extinciones en masa han ocurrido mucho antes de que los humanos
llegaran al planeta”, aclara Zalasiewicz. Philip Gibbard, exjefe del panel
internacional de la ICS que supervisa el Cuaternario, se dio cuenta de que
necesitaban “estudiar si la formalización del Antropoceno estaba o no
justificada”. Así, en 2009 se formó el Anthropocene Working Group (AWG),
liderado por Zalasiewicz y cuyo fin es, según este, “evaluar si hay datos que
justifiquen añadir una nueva unidad de tiempo a la escala geológica”.
1. Isótopos radiactivos. La oleada de ensayos nucleares
llevados a cabo en la segunda mitad del siglo XX ha dejado la señal
antropogénica más extensa hasta la fecha, según Waters: “El plutonio-239 será
detectable durante 100.000 años. Pero aunque termine por desintegrarse, dará
origen a una capa permanente de uranio-235”.
2. Plásticos. Se producen unos 500 millones de toneladas al
año que tardan varios siglos en degradarse, pero es muy probable que en
entornos como el océano se conserven casi indefinidamente. Incluso aunque se
descompongan, dejarán un rastro persistente en ciertas condiciones. Y es que
los plásticos no permanecen en la superficie del agua mucho tiempo, sino que
terminan hundiéndose hasta formar parte del lecho marino.
3. Hormigón. Teniendo en cuenta que los antiguos griegos y
romanos ya usaban primitivas formas de este material, sabemos que dura al menos
unos 2.500 años. “En periodos más largos de tiempo, su interacción con las
aguas subterráneas dará origen a fluidos alcalinos que dejarán una huella
geoquímica inconfundible. Aunque la erosión logre borrar cualquier señal de
nuestras ciudades, el registro geológico preservará esa firma, que ya es
detectable en la actualidad”, dice Waters.
4. Hollín. Algunos marcadores de contaminación, como las
partículas de hollín que resultan de la quema de combustibles fósiles, “son muy
estables y se han encontrado esférulas de carbono, muy similares a las que
liberan las centrales térmicas, creadas cuando un meteorito impactó contra la
Tierra hace 65 millones de años. Estas partículas circulan por el aire y se
conservarán muy bien en el océano,
los glaciares y los lagos”.
5. Nitrógeno. La invención a inicios del siglo XX del
proceso de Haber-Bosch para la creación de fertilizantes nitrogenados dio
origen a una revolución en la agricultura. Sin embargo, su uso indiscriminado
alteró drásticamente el ciclo del nitrógeno terrestre. “Se han detectado
nitratos en muestras de hielo, donde se conservan en las burbujas de aire. Si
el hielo sobrevive a los desmanes del clima, esos marcadores durarán millones
de años”.
6. Gases de efecto invernadero. La concentración de dióxido
de carbono y metano es hoy mayor que en cualquier otro momento de la historia
de la humanidad. Waters cree que “si sobrevive algún glaciar, este patrón podrá
ser observado en las burbujas de aire atrapadas en el hielo. También quedará
registrado, durante cientos de millones de años, en los depósitos de piedra
caliza”.
7. Homogeneización de la vida. Hoy las especies se extinguen
a un ritmo alarmante. Por otro lado, animales y plantas que vivían en
territorios aislados proliferan ahora en zonas muy alejadas de su lugar de
origen, muchas veces a costa de la fauna autóctona. “Los que sobrevivan a la
sexta gran extinción darán origen a los fósiles del futuro, testigos duraderos
de una alteración a gran escala de la biosfera”, remata Waters.
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