En un artículo firmado por Nell Frizzell en The Guardian con
el titular Why camping is a passion killer (Por qué la acampada mata la
pasión) podía leerse que no hay nada mejor que “deslizarse en una claustrofóbica
mortaja de nailon llena de olor a pies” para acabar con la lujuria,
especialmente en una relación que se está iniciando. La periodista británica
razonaba que el campismo es excesivamente íntimo –reduce el espacio personal
durante días–, antihigiénico, incómodo y poco erótico. En suma, a priori puede
parecer excitante encerrarte con tu pareja en una tienda de campaña, pero la
realidad es más prosaica y nada afrodisiaca, comenta el psicoterapeuta Luis Muiño en la sección Amor y sexo de la revista Preguntas y Respuestas de Muy Interesante.
Abducidos. Pero no todo el mundo está de acuerdo con esto.
Muchas personas recuerdan que esta opción vacacional les sirvió para tener
algunas de las mejores experiencias sexuales de su vida. Las razones para
defender el erotismo campista son también consistentes. En primer lugar está la
sensación de alejamiento del mundo. Las tiendas de campaña pueden ser
habitáculos claustrofóbicos, pero permiten a cambio dormir en medio de la
naturaleza, en una especie de burbuja que nos hace sentir fuera de la
civilización, señala Luis Muiño.
Por otra parte, estar en un lugar salvaje ayuda a conectar
con nuestro lado más visceral, con las hormonas que nos empujan a ser más
básicos y carnales. Es más fácil dejarse llevar en un medio así para explorar
la sexualidad más profunda. La falta de comodidad y de higiene pueden
compensar. Lo decía Woody Allen: “El sexo es sucio. Sobre todo si se practica
correctamente”. Esa liberación de instintos también ayuda a salir del armario.
Muchos homosexuales han tenido sus primeras relaciones (véase Brokeback
Mountain) gracias a la libertad que produce estar aislado en medio de la
naturaleza.
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