Un
asistente sanitario arroja cal sobre una víctima
de un francotirador en Trípoli
(Libia).
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Como señalan los forenses, matar es muy fácil; lo difícil es
deshacerse del cadáver. Tradicionalmente, una de las técnicas más utilizadas es
la de espolvorear o sumergir el cuerpo en óxido de calcio, lo que se conoce
como cal viva. Por su especial efecto corrosivo, este compuesto provoca la
destrucción progresiva de los músculos, nervios y cualquier tejido blando del
organismo. El tiempo que tarden en desaparecer depende, sin embargo, de distintos
factores, como la temperatura, el mayor o menor volumen del cadáver y la
cantidad de cal empleada, explica la criminóloga Janire Rámila en la revista Preguntas y Respuestas n.º 36 de Muy Interesante.
José Bretón |
Pero lo que esta no conseguirá jamás por sí sola es acabar
con el esqueleto, pues se trata de una parte especialmente dura y resistente.
Tanto es así que los huesos únicamente pueden quedar destruidos si son
sometidos a temperaturas superiores a 980 ºC, como sucede en los hornos
incineradores. Eso es precisamente lo que intentó hacer en 2011 José Bretón,
que empleó una pira artesanal para tratar de eliminar todo rastro de los
cadáveres de sus hijos, a los que había matado. Aun así, entre las cenizas
aparecieron unos delatores restos óseos, concluye Rámila.
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