Represalia, revancha, desquite. Diferentes palabras que aportan matices a un concepto familiar para personas de todas las épocas y culturas: la venganza. ¿Cuáles son las claves psicológicas y biológicas de este instinto humano?
El psicoterapeuta Luis Muiño explora las nuevas investigaciones que tratan de desentrañar en el reportaje Las dañinas raíces de la venganza, que publica en la revista Muy Interesante n.º 419 de abril, los componentes psicológicos y biológicos de este sentimiento tan humano, presente en todas las culturas, épocas e incluso religiones.
Paul Watzlawick fue una importante figura de la psicología
del siglo XX. En 1983 publicó un divertido libro que le dio fama: El arte de
amargarse la vida. En él habló del peligro de rumiar los pensamientos y la
obsesión con el pasado. De este autor y otros psicoterapeutas, Muiño entresaca estos diez consejos que pueden ayudarte a evitar la tentación de la venganza y su amargo
sabor:
1. Aumenta tu tolerancia a la frustración. Esta habilidad
puede desarrollarse con los años, cuando comprobamos que todo lo que pasa,
bueno o malo, cambia con el tiempo: nada permanece. Si encaramos la vida con
esa serenidad interior, entendemos los reveses como parte
de nuestra experiencia vital.
de nuestra experiencia vital.
2. Cultiva el humor. Reír nos saca de la reiteración con que
les damos vueltas a los temas trascendentales. La ironía nos libera y nos da
otra perspectiva. Además de ser clarificador, el sentido del humor cambia
nuestro ánimo y nos sitúa en una condición en la que resulta más fácil afrontar
los problemas. El resentimiento tiene que ver con la parálisis vital: si nos
ponemos manos a la obra, la necesidad de resarcirse se diluye.
3. ¿Autocompasión? Jamás. La lástima por nosotros mismos nos
hunde más en los momentos negativos y aumenta nuestro apetito de venganza.
Lucir sin pudor nuestra mala suerte y nuestras culpas para dar lástima o
regodearnos en el fatalismo de pensar que las cosas no pueden cambiar es una
estrategia pésima. El victimismo dificulta la solución de problemas.
4. Cambia culpabilidad por responsabilidad. La primera
paraliza y nos ancla a lo que deberíamos haber hecho. La segunda mira al futuro
y a lo que puedes hacer para cambiar el presente. Nuestro cerebro está hecho
para pensar durante un 90% del tiempo en lo que tiene que hacer y el resto en lo que
tendría que haber hecho: respetemos esos porcentajes.
5. Distánciate de ti mismo. Tendemos a creernos demasiado a
nosotros mismos. Si llegamos irritables al trabajo, es fácil que pasemos un
buen rato rumiando nuestros problemas laborales y concluyamos que estamos
hartos de ese empleo. Pero quizá lo único que ocurre es que hemos dormido mal o
hace mucho calor. La interpretación de lo que pasa nos amarga más que los
propios sucesos negativos. Nuestra vida y nuestra psique no van unidas
inevitablemente: podemos estar resentidos sin que nadie nos haya hecho nada, y
también podemos sufrir agresiones y perdonar.
6. Libera tu ira. Es normal que la sientas cuando no logras
lo que deseas. Pero si se acumula, ese rencor se convierte en amargura: contra
los demás (mal carácter) o contra nosotros mismos (depresión). Busca espacios
para canalizar el resentimiento: practica un deporte duro, rebélate contra una
injusticia, grita cuando abusan de ti... Pero elige la ocasión: si exteriorizas
la furia en un momento inadecuado, sumarás más pesar.
7. No te contagies de la furia ajena. Personas con poder sobre nosotros (jefes, profesores, clientes…)
que lo usan para desahogarse; individuos que se dejan llevar por sus impulsos
a la mínima; agoreros a los que encanta que las cosas vayan mal porque eso
ratifica sus ideas… Nos rodean propagadores del mal humor que nos incitan a la
venganza. Evítalos.
8. Perdónate. Ojo con las expectativas demasiado altas.
Muchos amargados son muy autoexigentes y a menudo comprueban que no pueden dar
tanto o que no se recompensan sus esfuerzos. Necesitas autoestima
incondicional, que te permite quererte aunque hagas mal algunas cosas.
9. Sé más asertivo. La capacidad de mantener una
comunicación igualitaria (sabiendo decir no, poniendo nuestros derechos a la
misma altura que los ajenos, comunicando nuestros deseos y opiniones...) ayuda
a no acumular afrentas que nos llevan al resentimiento. Esta aptitud se cultiva
afrontando las situaciones interpersonales que nos tensan: en vez de evitarlas,
es útil enfrentarnos a ellas tratando de comunicarnos de la forma más asertiva posible.
10. Cuenta tu pasado sin rencor. No puedes cambiar lo que te
ha pasado, pero sí contarlo de otra forma. Si hablas –y te hablas– sin
victimismo, transmites que llevas las riendas de tu vida y que solo miras al
pasado para aprender de sus enseñanzas. Hazlo y eliminarás gran parte del
resentimiento.
Puedes disfrutar del reportaje completo en la revista Muy Interesante del mes de abril. |
Hola la venganza es sentimento y los sentimentos no pueden ser ni buenos ni malos.
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