Imagina que vas a una entrevista de trabajo. ¿Cuánto tiempo crees que necesita la persona que se sienta al otro lado de la mesa para formarse una opinión de ti? Según investigadores de la Universidad de Princeton, solo diez décimas de segundo.
Así lo constataron Janine
Willis y Alexander Todorov, los psicólogos responsables del estudio, que
realizaron cinco experimentos para comprobar cómo variaban en el tiempo las
opiniones de dos grupos de personas sobre desconocidos de los que se les
mostraban fotografías. Los investigadores pedían a los participantes que
juzgaran cinco rasgos diferentes de cada individuo fotografiado: su
atractivo, su simpatía, su competencia, su agresividad y si parecía fiable. La
primera impresión –formada en diez décimas de segundo– apenas variaba cuando
aumentaba el tiempo de exposición a las imágenes, asegura Raquel Graña en el artículo La verdad de la primera impresión, que publicamos en la revista Muy Interesante n.º 419 de febrero.
Los veredictos de este grupo se compararon después con los
de personas a las que se permitía observar las fotos sin restricción
temporal. Las primeras impresiones de estos segundos jueces coincidieron con
las del grupo original. De hecho, cuanto más tiempo se les concedía, más se
reforzaba su opinión inicial. Willis y Todorov concluyeron que nuestras
primeras sensaciones sobre los demás se construyen muy rápidamente, y que
resultan mucho más sólidas de lo que cabría esperar, dada la velocidad con la
que ocurren.
Lo cierto es que somos
animales predominantemente visuales, y que el mundo –y las personas– nos
entran sobre todo por los ojos, un rasgo que algunos avispados aprovechan
para ganar dinero. En 2012, cuatro jóvenes estadounidenses –Sean Rad, Justin
Mateen, Jonathan Badeen y Chris Gulczynski– crearon Tinder, una app para
ligar que se aprovecha de la dificultad de muchos para conocer gente –por
timidez o falta de tiempo– y de la celeridad con la que juzgamos el atractivo
del prójimo.
Tinder atesora ya más de
cincuenta millones de usuarios activos en el mundo, y su funcionamiento es
muy sencillo: la aplicación muestra una imagen de una posible pareja –hombre
o mujer–, su edad, los kilómetros de distancia a los que se encuentra y una
breve descripción. Está conectada con el perfil de Facebook, así que avisa si
hay amigos comunes. Si la persona atrae al usuario, este debe deslizar el
dedo hacia la derecha en la pantalla del móvil, en señal de aprobación. Si
no, lo hará hacia la izquierda, y ese rostro no volverá a aparecer. Si ambas
partes aprueban el perfil del otro, Tinder les permite intercambiar mensajes.
Los trabajos de Vivian Zayas,
profesora de Psicología en la Universidad Cornell, en EE. UU., inciden en
esta línea, y sugieren que los juicios sobre la forma de ser de una persona a
la que vemos en una foto predicen con fiabilidad lo que pensaremos de ella al
conocerla. Según sus experimentos, las opiniones emitidas a la vista de un
retrato permanecen invariables después de que obtengamos más información
sobre ese individuo, incluso durante una cita cara a cara.
Creamos al instante
impresiones generales del mundo que nos rodea, pero ¿cuál es el origen de
esta capacidad? Una cuestión de supervivencia y adaptación al medio. Pese a
disponer de pocos datos, nuestro cerebro escanea con rapidez a quien tenemos
delante, con el fin de acabar con su confusión. Según investigadores del
Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York, las regiones
cerebrales que se activan en este primer reconocimiento son la amígdala,
vinculada al aprendizaje emocional; y la corteza cingulada anterior,
relacionada con la toma rápida de decisiones. La facilidad con la que
llevamos a cabo este proceso nos permite ser precavidos ante los desconocidos
que parecen amenazadores.
Los psicólogos llevan décadas
analizando el fenómeno de la formación de las primeras impresiones. A mediados
del siglo pasado, el estadounidense Solomon Asch (1907-1996) teorizó que, cuando conocemos a una persona,
nos hacemos una idea global de ella a partir de retazos de información
formados por rasgos centrales y periféricos. Para demostrar su hipótesis,
Asch elaboró dos listas de siete adjetivos, seis de ellos repetidos
–inteligente, habilidoso, trabajador, decidido, práctico y prudente–, y uno
diferente: afectuoso y frío. Luego pasó las listas a dos grupos a los que
presentó una persona de la que debían hacerse una idea. El grupo que había
recibido la lista con la palabra afectuosa mostró una opinión mucho más
favorable del sujeto que acababa de conocer que el que había leído el
adjetivo frío. Asch replicó el experimento, cambiando estas dos palabras por cortés
y descortés. En esta ocasión, apenas había diferencias entre los juicios de
los grupos. Conclusión: cortés y descortés eran rasgos periféricos; frío y afectuoso,
centrales.
Cómo causar buena impresión. Raquel Graña lo resume en estos cinco puntos:.
l. Sé amable y abierto.
Diferentes estudios sugieren que la gente más expresiva y animada causa mejor
impresión que la inescrutable. Según el profesor Frank Bernieri, de la
Universidad del Estado de Oregón, “las personas fáciles de calar nos resultan
menos amenazadoras”.
2. Encuentra similitudes.
Esfuérzate en descubrir puntos comunes con los otros: libros que hayáis
leído, películas que hayáis visto, aficiones... La atracción por similitud es
potente, ya que se basa en el procesamiento cognitivo y la reflexión, lo que
hace más sólida una primera impresión positiva.
3. Muestra interés. Si sabemos
escuchar parecemos abiertos a una relación. En opinión de la psicóloga social
Amy Cuddy, es útil comenzar preguntando, tanto al conocer gente como en entrevistas
laborales. Para Rosanna Guadagno, profesora de Psicología en la Universidad
de Alabama, “las preguntas en un primer contacto constituyen un signo de
interés, no de ataque”.
4. Cuida tu aspecto. Esto
tiene gran relevancia en el contexto laboral, sobre todo para las mujeres;
dado que los estereotipos de género siguen vigentes, se ven obligadas a tener
muy en cuenta su apariencia.
5. Conoce a tu público. Cuando
alguien acude a una entrevista de trabajo o va a pronunciar una conferencia,
debe conocer de antemano con quién se va a ver las caras. Esto demostrará que
se ha preparado y que se merece la oportunidad que se le ha dado.
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jueves, 31 de marzo de 2016
Psicología: cómo causar una buena impresión
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