jueves, 31 de marzo de 2016

Psicología: cómo causar una buena impresión



Imagina que vas a una entrevista de trabajo. ¿Cuánto tiempo crees que necesita la persona que se sienta al otro lado de la mesa para formarse una opinión de ti? Según investigadores de la Universidad de Princeton, solo diez décimas de segundo.





Así lo constataron Janine Willis y Alexander Todorov, los psicólogos responsables del estudio, que realizaron cinco experimentos para comprobar cómo variaban en el tiempo las opiniones de dos grupos de personas sobre desconocidos de los que se les mostraban fotografías. Los investigadores pedían a los participantes que juzgaran cinco rasgos diferentes de cada individuo fotografiado: su atractivo, su simpatía, su competencia, su agresividad y si parecía fiable. La primera impresión –formada en diez décimas de segundo– apenas variaba cuando aumentaba el tiempo de exposición a las imágenes, asegura Raquel Graña en el artículo La verdad de la primera impresión, que publicamos en la revista Muy Interesante n.º 419 de febrero.

Los veredictos de este grupo se compararon después con los de personas a las que se permitía observar las fotos sin restricción temporal. Las primeras impresiones de estos segundos jueces coincidieron con las del grupo original. De hecho, cuanto más tiempo se les concedía, más se reforzaba su opinión inicial. Willis y Todorov concluyeron que nuestras primeras sensaciones sobre los demás se construyen muy rápidamente, y que resultan mucho más sólidas de lo que cabría esperar, dada la velocidad con la que ocurren.  
Lo cierto es que somos animales predominantemente visuales, y que el mundo –y las personas– nos entran sobre todo por los ojos, un rasgo que algunos avispados aprovechan para ganar dinero. En 2012, cuatro jóvenes estadounidenses –Sean Rad, Justin Mateen, Jonathan Badeen y Chris Gulczynski– crearon Tinder, una app para ligar que se aprovecha de la dificultad de muchos para conocer gente –por timidez o falta de tiempo– y de la celeridad con la que juzgamos el atractivo del prójimo.

Tinder atesora ya más de cincuenta millones de usuarios activos en el mundo, y su funcionamiento es muy sencillo: la aplicación muestra una imagen de una posible pareja –hombre o mujer–, su edad, los kilómetros de distancia a los que se encuentra y una breve descripción. Está conectada con el perfil de Facebook, así que avisa si hay amigos comunes. Si la persona atrae al usuario, este debe deslizar el dedo hacia la derecha en la pantalla del móvil, en señal de aprobación. Si no, lo hará hacia la izquierda, y ese rostro no volverá a aparecer. Si ambas partes aprueban el perfil del otro, Tinder les permite intercambiar mensajes.

Los trabajos de Vivian Zayas, profesora de Psicología en la Universidad Cornell, en EE. UU., inciden en esta línea, y sugieren que los juicios sobre la forma de ser de una persona a la que vemos en una foto predicen con fiabilidad lo que pensaremos de ella al conocerla. Según sus experimentos, las opiniones emitidas a la vista de un retrato permanecen invariables después de que obtengamos más información sobre ese individuo, incluso durante una cita cara a cara. 

Creamos al instante impresiones generales del mundo que nos rodea, pero ¿cuál es el origen de esta capacidad? Una cuestión de supervivencia y adaptación al medio. Pese a disponer de pocos datos, nuestro cerebro escanea con rapidez a quien tenemos delante, con el fin de acabar con su confusión. Según investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York, las regiones cerebrales que se activan en este primer reconocimiento son la amígdala, vinculada al aprendizaje emocional; y la corteza cingulada anterior, relacionada con la toma rápida de decisiones. La facilidad con la que llevamos a cabo este proceso nos permite ser precavidos ante los desconocidos que parecen amenazadores. 

Puedes disfrutar del reportaje completo en la revista
Muy Interesante del mes de abril.
Los psicólogos llevan décadas analizando el fenómeno de la formación de las primeras impresiones. A mediados del siglo pasado, el estadounidense Solomon Asch  (1907-1996) teorizó que, cuando conocemos a una persona, nos hacemos una idea global de ella a partir de retazos de información formados por rasgos centrales y periféricos. Para demostrar su hipótesis, Asch elaboró dos listas de siete adjetivos, seis de ellos repetidos –inteligente, habilidoso, trabajador, decidido, práctico y prudente–, y uno diferente: afectuoso y frío. Luego pasó las listas a dos grupos a los que presentó una persona de la que debían hacerse una idea. El grupo que había recibido la lista con la palabra afectuosa mostró una opinión mucho más favorable del sujeto que acababa de conocer que el que había leído el adjetivo frío. Asch replicó el experimento, cambiando estas dos palabras por cortés y descortés. En esta ocasión, apenas había diferencias entre los juicios de los grupos. Conclusión: cortés y descortés eran rasgos periféricos; frío y afectuoso, centrales.

Cómo causar buena impresión. Raquel Graña lo resume en estos cinco puntos:.

l. Sé amable y abierto. Diferentes estudios sugieren que la gente más expresiva y animada causa mejor impresión que la inescrutable. Según el profesor Frank Bernieri, de la Universidad del Estado de Oregón, “las personas fáciles de calar nos resultan menos amenazadoras”.

2. Encuentra similitudes. Esfuérzate en descubrir puntos comunes con los otros: libros que hayáis leído, películas que hayáis visto, aficiones... La atracción por similitud es potente, ya que se basa en el procesamiento cognitivo y la reflexión, lo que hace más sólida una primera impresión positiva.

3. Muestra interés. Si sabemos escuchar parecemos abiertos a una relación. En opinión de la psicóloga social Amy Cuddy, es útil comenzar preguntando, tanto al conocer gente como en entrevistas laborales. Para Rosanna Guadagno, profesora de Psicología en la Universidad de Alabama, “las preguntas en un primer contacto constituyen un signo de interés, no de ataque”.

4. Cuida tu aspecto. Esto tiene gran relevancia en el contexto laboral, sobre todo para las mujeres; dado que los estereotipos de género siguen vigentes, se ven obligadas a tener muy en cuenta su apariencia.

5. Conoce a tu público. Cuando alguien acude a una entrevista de trabajo o va a pronunciar una conferencia, debe conocer de antemano con quién se va a ver las caras. Esto demostrará que se ha preparado y que se merece la oportunidad que se le ha dado.




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