Hemos sido seleccionados por
la evolución para temer lo impredecible, dice Luis Muiño en el reportaje Los ocho temores más irracionales de la revista Muy Interesante n.º 418 de marzo. Numerosos experimentos producen
ansiedad en ratas de laboratorio por el procedimiento de someterlas a
descargas eléctricas producidas al azar. El ser humano soporta sin desazón
acontecimientos estructurados, pero se hiperactiva ante la continua sospecha
que generan los sucesos no pautados. No poseer ese mecanismo de defensa nos
expondría a peligros constantes.
Criaturas de la noche. Se da
la circunstancia de que somos, probablemente, la especie que más depende del
sentido de la vista para predecir el mundo. Por eso, las tinieblas han
constituido a lo largo de nuestra historia evolutiva el hábitat natural de
aparecidos, secuestradores, lobos, maleficios y vampiros. Nuestros sentidos
se han preparado durante miles de años para entrar en estado de alerta cuando
no falta la luz.
Pero, sobre todo, tememos la
transición de claridad a oscuridad. Hay una razón biológica: necesitamos
tiempo para cambiar unas células fotosensibles –conos– por otras –bastones– en la retina. Psicólogos como Richard Wiseman,
de la Universidad de Hertfordshire, en el Reino Unido, han hecho notar que
las visiones espectrales suelen ocurrir en las horas del día con claroscuros.
Hace años, Wiseman conjeturaba que esos momentos de adaptación fisiológica
nos dejan indefensos durante un tiempo. Y es natural que la psique conserve
el temor a instantes de zozobra en los que puede suceder algo inesperado, concluye Muiño.
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jueves, 10 de marzo de 2016
Por qué tenemos miedo a la oscuridad
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