Un 42% de la población estadounidense cree en fantasmas, según una encuesta realizada por la firma Harris. La cifra
aumenta hasta el 52% si se lo preguntamos a los británicos, según afirma la
versión digital de la revista The Atlantic. Los fantasmas están entre nosotros, ocultos en nuestra mente, que es quien los crea.
La creencia en espíritus
es quizá tan vieja como la humanidad: aparece reflejada ya en los primeros
textos escritos sumerios y egipcios. Sin ir más lejos, el fantasma de Enkidú se
apareció a Gilgamesh, compañero de aventuras del rey y héroe mitológico
Gilgamesh en la llamada Epopeya de Gilgamesh. Y aún hoy, en pleno siglo XXI, los espíritus siguen fascinando en todos los lugares de la Tierra. Y lo peor, siguen viéndose y atemorizando a los crédulos.
En la revista Muy Interesante n.º 418 del mes de marzo, Elena Sanz aborda una decena de fenómenos paranormales que pueden ser explicados por la ciencia, y en concreto, por la neurociencia. Uno de ellos es la visión de fantasmas.
Una joven de veintidós años está tumbada en la mesa
de operaciones mientras Olaf Blanke coloca electrodos en su cerebro. Tras la
primera descarga, percibe a sus espaldas una siniestra figura que imita sus
movimientos. “¡Un fantasma, doctor!”, grita espantada. Pero Blanke no es el
protagonista de una novela de terror, sino un neurocientífico suizo de la
Universidad de Ginebra que ha identificado la parte del cerebro que actúa
cuando creemos ver aparecidos. Se trata de la unión temporoparietal, en la
que se integran señales corporales multisensoriales que nos ayudan a percibir
nuestro cuerpo como propio y a saber qué lugar ocupamos en el espacio. Si
algo falla al procesar esa información, el afectado puede sentir su cuerpo como ajeno o que
alguien lo persigue o vigila, explica Elena Sanz en el reportaje.
No hacen falta electrodos
para ver espectros. Sin ir más lejos, el virtuoso pianista polaco Frédéric Chopin (1810-1849) sufría terroríficas
alucinaciones, a veces en mitad de un concierto, en las que se veía acosado
por extrañas criaturas. Recientemente, dos médicos españoles del Complejo
Hospitalario General-Calde de Lugo han llegado a la conclusión de Chopin sufría epilepsia del lóbulo temporal. Durante un
ataque epiléptico, las neuronas, que normalmente generan ochenta impulsos por
segundo, multiplican su ritmo por seis. La actividad desenfrenada en aquel lóbulo
crea, entre otras cosas, visiones paranormales.
Las infecciones graves,
malformaciones vasculares, tumores malignos y convulsiones febriles pueden
causar, entre otros problemas, esta forma de epilepsia.
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En cuanto a los edificios
encantados, la explicación parece ser muy simple: exceso de moho. “Las
experiencias fantasmagóricas son muy similares a los síntomas neurológicos
sufridos por individuos expuestos a hongos tóxicos”, según Shane Rogers,
biotecnólogo y microbiólogo de la Universidad Clarkson, en Nueva York. Esos
hongos, afirma este experto, causan irritabilidad, daños cognitivos, ansiedad y
miedo. Tras analizar muestras de aire de edificios en los que se relatan
espeluznantes historias de fantasmas, ha llegado a la conclusión de que presentan una población de mohos tóxicos superior a la de otras viviendas, lo cual podría explicar las visiones extrañas de sus ocupantes.
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