Los astrofísicos están más cerca de descifrar los mecanismos que dan lugar a los mundos más grandes del cosmos –gigantes de gas como Júpiter o Saturno–, los más numerosos entre los detectados fuera del Sistema Solar.
Durante siglos ha supuesto
todo un enigma el proceso por el que llegaron a formarse los gigantes
gaseosos del Sistema Solar: Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano, mucho más
grandes que los planetas rocosos –el primero tiene 318 veces más masa que la
Tierra y es 1.400 veces más voluminoso–, pero de una menor densidad debido a
su naturaleza gaseosa. ¿Pero todo en ellos es gas?
Existen discrepancias entre
los científicos acerca de la composición del núcleo: algunos investigadores,
como los de la Universidad de Colorado, creen que es una mezcla de roca,
metal e hidrógeno; otros, caso de los de la Universidad de California en
Berkeley, apuntan que el corazón de estos cuerpos celestes podría ser una
fusión de elementos sin definir, comenta nuestro editor de ciencia Miguel Ángel Sabadell en el artículo Planetas gigantes que publica en la revista Muy Interesante n.º 419 el mes de abril..
Existen muchos misterios en
torno a estos planetas vaporosos, también llamados jovianos, aunque estamos
más cerca de saber cómo surgieron. Y ello gracias a los recientes hallazgos
de un equipo de científicos del Instituto de Investigación del Suroeste, en
Boulder (EE. UU.), y de la Universidad Queen, en Kingston (Canadá). Liderados
por Harold Levison, astrónomo especializado en mecánica planetaria, estos
expertos creen que la clave se encuentra en unas habichuelas planetarias que
nos llevarán a vislumbrar el origen de los cuatro gigantes de nuestro sistema
solar.
El trabajo, publicado hace
pocos meses en la revista Nature, propone que la acumulación gradual de
objetos de, como mucho, un metro de diámetro –las habichuelas o pepitas–
puede explicar cómo se formaron estos mundos, y su planteamiento predice la
creación de uno a cuatro gigantes gaseosos por estrella. “Hasta donde
sabemos, este modelo es el primero en reproducir la estructura del Sistema
Solar exterior, con dos gigantes gaseosos, otros dos gigantes helados –Urano
y Neptuno– y un prístino cinturón de Kuiper”, explica Martin Duncan, uno de
los autores del ensayo.
Los primeros trabajos en el
campo de la recreación de sistemas planetarios datan de los años 60 y
suponían que estos cuerpos celestes aparecían por agregación de partículas
contenidas en la nube de polvo y gas que rodea a una estrella joven. En
décadas posteriores, se introdujeron algunas variables, como las
interacciones gravitatorias y las colisiones entre planetoides –objetos más
pequeños que los planetas, pero mayores que los asteroides y cometas–, y se
fue perfilando que, en el disco protoplanetario, esto es, la zona alrededor
de la estrella en la que nacen los planetas, lo primero que se forma son
núcleos de hielo y roca que acaban siendo los centros de esos objetos
cósmicos. Luego, el gas y el polvo interestelar se van fijando a ellos,
haciéndolos crecer poco a poco.
Pero este modelo tenía un
talón de Aquiles: y es que si queremos que se acumule una atmósfera importante,
como la que posee cualquier gigante gaseoso, se necesita un núcleo sólido de
al menos diez veces la masa de la Tierra. Y, para ello, han de pasar muchos
millones de años, algo de lo que no disponen estos titanes, porque para
crecer necesitan alimentarse del gas que rodea a su estrella, y esta, diez
millones de años después de haber nacido, ha dejado su sistema limpio de
dicho elemento.
Por tanto, la Tierra y demás
planetas rocosos pueden tardar en formarse los treinta millones de años que
predice la teoría, pero los gigantes gaseosos tuvieron que ver la luz veinte
millones de años antes, cuando el gas no había desaparecido aún del Sistema
Solar primigenio.
¿Cómo resolver el enigma?
Levison y sus colegas se percataron de que la respuesta estaba en lo que
llamaron acreción de pepitas.
Pensaron que estas debían formarse a un ritmo tan lento como para permitir
que los planetesimales –agregados de materia de los que nacen los planetas–
tuvieran tiempo para dispersar a sus hermanos del disco de pepitas y así
quedarse con todo el pastel.
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martes, 29 de marzo de 2016
El enigma de los planetas gigantes
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