Extinción es una palabra que
suele evocar imágenes de tiranosaurios, velocirraptores o pterosaurios
picudos y de anchas alas. Todos tenemos algunas nociones sobre la época en
que estos gigantescos reptiles vagaron por el planeta y, en general, sentimos
una fascinación casi morbosa por sus dientes y garras. Obviamente, todos
sabemos también que ya no existen. Se extinguieron hace 65 millones de años,
en el Cretácico, cuando una bola de fuego cruzó los cielos e impactó
violentamente contra la superficie del planeta.
Esta fue la última pero no la
peor de las grandes extinciones. Ese dudoso honor le corresponde a la que
ocurrió hace 250 millones de años, en el Pérmico, tan masiva que se la conoce
como la Gran Mortandad. Otras tres ocurrieron en distintos momentos, desde
que hace 3.800 millones de años surgiera por primera vez la vida. Ahora, todo
apunta a que asistimos en primera fila a la sexta gran extinción.
Corría el año 1998 cuando una encuesta realizada por el
Museo Estadounidense de Historia Natural de Nueva York hizo sonar por primera
vez las alarmas. “La mayoría de los biólogos del país están convencidos de
que está en marcha una extinción en masa de animales y plantas”, se podía
leer a principios de abril de ese año en las páginas de The Washington Post.
Según el museo, siete de cada diez biólogos afirmaban que una quinta parte de
todas las especies vivas podría desaparecer en menos de tres décadas y que el
ritmo de desaparición era mayor que en cualquier otro momento de la historia, cuenta Joana Branco en el artículo La sexta ya está aquí, que publica en la revista Muy Interesante n.º 419 del mes de abril.
Cualquiera imaginaría que,
ante unas predicciones tan dramáticas, se tomarían decisiones políticas y
sociales, pero no fue así. La encuesta solo contaba con la opinión de
cuatrocientos expertos y no fueron pocos los que pusieron en tela de juicio
las conclusiones. Sin datos sólidos que respaldaran el argumento de la
extinción, el asunto cayó en el olvido, hasta que las cosas adquirieron un
tinte bastante más grave.
Hoy por hoy, el programa
científico de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, auspiciado por
Naciones Unidas, estima que se extinguen a diario entre 150 y 200 especies. Y
la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) afirma
que están en peligro el 41% de los anfibios, el 33% de los corales, el 34% de las
coníferas, el 25%
de los mamíferos y el 13% de las aves. Pese a ello, aún se escriben artículos, como
uno publicado en la revista Science en 2013, en los que se afirma que estos
datos no son más que “estimaciones alarmistas”.
Evaluar con rigor esta
cuestión no es cosa fácil, explica Joana Branco, que señala en su reportaje las quince especies con menores probabilidades de supervivencia a día de hoy. Incluso si se redoblaran los
esfuerzos para proteger las especies amenazadas, es probable que algunas ya
se encuentren más allá de cualquier posibilidad de salvación. Según un artículo
publicado a principios del 2015 en la revista Current Biology, después de
cuantificar la situación de 841 especies de vertebrados, los científicos
llegaron a la conclusión de que las acciones necesarias para conservarlas
obligarían a gastar 1.196 millones de euros por especie. “Un coste que puede
parecer elevado”, señala Hugh Possingham, de la Universidad de Queensland y
coautor del estudio. Pero que, “comparado con el gasto público en otros
sectores – como el estadounidense en Defensa–, es una inversión menor”. Aun
así, las posibilidades de éxito son bajas.
ANFIBIOS:
1. Salamandra Bay Lycian (Lyciasalamandra
billae), en Turquía.
2. Rana de árbol de Campo
Grande (Hypsiboas dulcimer), en Brasil.
3. Perereca (Bokermannohyla
izecksohni), en Brasil.
4. Rana enana de Santa Cruz (Physalaemus
soaresi), en Brasil –en la imagen–.
5. Rana Pseudophilautus
zorro, en Sri Lanka.
6. Allobates juanii, en
Colombia.
AVES:
7. Alondra de Ash (Mirafra
ashi), en Somalia.
8. Monarca de Tahití (Pomarea
nigra), en la Polinesia Francesa.
9. Petrel freira (Pterodroma
madeira), en Madeira.
10. Petrel de Reunión (Pseudobulweria
aterrima), en Reunión.
11. Pinzón de Wilkins (Nesospiza
wilkinsi), en Tristán de Acuña.
12. Albatros de Ámsterdam (Diomedea
amsterdamensis), en la isla de Ámsterdam –en la foto–.
MAMÍFEROS:
13. Ratón del monte Lefo (Lophuromys
eisentrauti), en Camerún.
14. Rata escaladora de
Chiapas (Tylomys bullaris), en México.
15. Tuza tropical (Geomys
tropicalis), en México –en la foto–.
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lunes, 21 de marzo de 2016
La sexta extinción masiva ya está aquí
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